miércoles, 29 de diciembre de 2010

Relato ganador del concurso

Este relato resultó ganador del concurso de relatos Doce de diciembre y pertenece a Cristina G. Grandía.


Dallas, Texas

25 de Mayo, 1956

Querida Catherine,

¡Estoy esperando un bebé! ¡Es maravilloso! Bill y yo somos muy felices, y últimamente veo a Bill sacar sus guantes y viejo bate de beisbol ¡A veces creo que él es más feliz que yo! No quepo en mí de gozo y siento que da igual lo que escriba, no será lo mismo que lo que siento en estos momentos.

Pero hay algo que me preocupa y es que Bill está más introvertido que nunca y no sé qué hacer. Se encierra en su despacho largas horas y a veces no baja ni a comer. No sé si es por los nuevos vecinos, o por algo que he hecho yo… Sólo sé que habla conmigo cuando se trata del bebé ¿Algún consejo?

Un beso muy grande,

Lisa Merlotte



13 de Julio, 1956

Querido Sam,

¡Lisa espera un bebé! Siento no haberte podido escribir antes, pero tanto Lisa como yo estábamos muy emocionados con la noticia y nos pusimos manos a la obra decorando el cuarto de la criatura. Ya sabes que nuestra casa no es gran cosa (la cocina necesita una mano de pintura y habría que cambiar el suelo del salón), pero creo que nuestro hijo será feliz aquí. Tenemos suficiente jardín para que yo le enseñe a jugar al beisbol, un salón ambientado a nuestras futuras charlas sobre política… será tan grande y fuerte como yo, ¿Te lo puedes creer? Cuando termine el colegio me lo imagino ayudándome en el negocio, no creo que vaya a la universidad, ¡solo crea idiotas! ¿Te imaginas a mi hijo en Harvard o algo así? Solo espero que no, esos estudiantes solo crean a subnormales que desean la libertad de los negros… ¿Qué sabrán ellos, verdad Sam? No tienen ni idea de lo que fue la gran guerra y aun así, ¡ansían libertad! Parecen tontos…

Una mala noticia a todo este asunto, se acaba de mudar una nueva familia al vecindario. ¿Te acuerdas la casa que estaba para alquilar? ¿La del viejo Jackson? Pues ya tiene dueño y sinceramente, estaría mejor vacía que con esa familia. Son una familia negra, cuyo dueño les acaba de dar la libertad en Michigan. ¿Te puedes creer que han cruzado el país de arriba abajo, solo para fastidiar? ¡Es increíble! ¿Es que no sabes que aquí los negros siguen siendo esclavos? ¡Otros idiotas!

Te escribiré cuanto antes, te lo prometo.

Bill Merlotte

1 de Diciembre, 1956

Querida Catherine,

¡Ya queda poco para que nazca el bebé! Creo que será el mejor regalo que Dios nos pudo haber dado. Su cuarto ya está listo, con su cunita, el peluche que me mandaste… ¡Todo!

Bill sigue algo cerrado, pero por estas se le ve más por casa. Sigue ilusionado por que sea niño, cosa que a mí no me importa, yo solo espero que lo sea para no decepcionarle. Aunque el último mes pasó la mayor parte de su tiempo mirando por la ventana que da a la casa de los nuevo vecinos. Son negros, como ya te conté, pero a mí me da igual de qué color sean siempre que me traten con respeto y que sean menos ruidosos que la familia Russel. ¿Te acuerdas del estruendo que armaban cuando os quedasteis la Navidad pasada? Fue horrible.

Bill me llama, y no quiero hacerle esperar.

Un beso,

Lisa Merlotte



12 de Diciembre, 1956

Querido Sam,

¡No te vas a creer lo que te voy a contar! ¿Te acuerdas de lo emocionado que estaba con tener a mi hijo en brazos? Pues adivina qué: ¡es NEGRO! ¿Te imaginas? Lisa, tan inocente, tan callada… ¡engañándome con un NEGRO! ¡Es increíble! Pero tranquilo, ya le di su merecido.

Cuando nació en el hospital St. George a eso de las siete de la mañana y vi su color, creí que era porque no le habían lavado todavía. Sin embargo, la cara del médico confirmó cualquier duda. Me enfadé, cogí a la que creí mi mujer fiel de la camilla todavía sangrando y la arrastré hasta el coche. Durante todo el camino le grité de todo. ¿Cómo podía haberme hecho esto a mi? ¿Yo, que no había hecho nada malo? ¿Qué había hecho para merecer tal castigo divino? En medio de la autopista que va con dirección Luisiana paré el coche. Saque a es perra de mi preciado coche y la tiré al suelo y a su hijo también, puesto que lo llevó en brazos todo el camino. Cogí mi bate de beisbol, hasta entonces empolvado del tiempo y le di su uso final. Tire el bate teñido lo más lejos que pude y me fui de allí a toda velocidad.

¡Vigila que tu Catherine no te haga lo mismo! Aunque creo que es culpa de los nuevos vecinos, ya sospechaba que Lisa hablaba mucho con ellos.

Por cierto, mi madre me ha dicho que tiene una carta muy importante para mí, decía que tenía que leerla antes de tener el bebé (aunque como no lo he tenido supongo que ya de igual). ¿Podrías pedirle que me la escriba de nuevo? Ya le he escrito pidiéndoselo pero supongo que mi carta, como la suya se han debido perder. Te lo pido puesto que vives en Phoenix, cerca de ella, mientras yo estoy aparcado en Dallas por el trabajo y escribir otra carta a Arizona tardaría lo suyo.

Muchas Gracias y ¡vigila a Catherine!

Bill Merlotte



20 de Diciembre, 1956

Querida Catherine,

¡Siempre maldeciré el 12 de Diciembre! Aunque supongo que Sam ya te habrá contado. Sí, estoy viva, pero no se lo digas a Sam porque avisara a Bill y entonces el 12 de Diciembre será un buen recuerdo en vez de una pesadilla. Siguiendo lo que supongo que te contó Sam, sí, me dejó tirada en medio de la carretera. Gracias a Dios me salvo un extraño, de nombre Mr. Markx, que no se cómo reparo en mi en medio de la negrura de la noche. Mi hijo también está a salvo, extrañamente a él no le hizo nada.

Catherine, te hablo con toda la sinceridad de mi corazón, yo JAMÁS engañé a Bill. ¿Cómo podría si aun le sigo queriendo? No sé como nuestro hijo salió de color azabache, ni tampoco sé por qué recibí tal castigo por parte de Bill, pero sí sé que ahora soy feliz. A todo esto te escribo desde el hospital de St. Louis, donde nos están cuidando maravillosamente. Me recupero con bastante rapidez según el médico. Mr. Markx, que no solo nos rescató, nos está pagando los cuidados como buen samaritano. Le he prometido devolverle hasta el último céntimo en cuanto llegue a casa de mis padres en Omaha. Además será mejor que nos vayamos cuanto antes hacia allí, ya que en Nebraska los negros tienen más libertades que en Luisiana. Ahora sé que he de unirme a esas manifestaciones por la libertad de los negros. En cuanto llegue a Nebraska ayudaré a mi padre en el negocio para pagarle lo que le debo a Mr. Markx.

No te preocupes por mi Cat, todo irá bien; ahora tengo la suerte de mi lado.

Un beso,

Lisa Merlotte



Carta perdida por correo

12 de Diciembre, 1956

Queridísimo Bill,

Puede que sea un poco tarde, y espero que no hayas hecho nada estúpido. Puesto que te tengo que confesar una cosa que llevo en el corazón desde el día que naciste.

No hay forma de decirte esto, pero tú no eres hijo de tu padre, eres hijo de un affaire que tu querida madre tuvo hace muchos años. Tienes que entenderme, era un negro, pero era inteligente, más atractivo que cualquier blanco, tenía carisma y seducción (cosa que no tenia tu padre) y que me llamó la atención enseguida. Era médico y hablaba tres idiomas, siempre que nos veíamos me saludaba con un bon jour y se despedía con un ciao. Hasta el día que tuvo que partir para Reino Unido, nos veíamos todos los días mientras tu padre trabajaba. Me sentía amada, como tu padre nunca supo amarme.

Puedes odiarme, puedes dejar de hablarme, pero aquel hombre me dejo lo mejor que tenia: un hijo tan bueno, tan educado y bello como tú.

Un beso de tu madre que te quiere,

Mary Merlotte

Relato de Cristina G. Grandía, ganadora del concurso de relatos Doce de diciembre.

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